Alejada de los estigmas y la victimización que en ocasiones acompañan a las obras de arte comprometidas con temas de género, la exposición Aisladas, primera muestra personal de la joven Daniela Águila, propone una línea discursiva otra. Desde su posición de mujer creadora, la artista discursa sobre la representación de la figura femenina en conexión y equilibrio con el medio natural; un ideal de bienestar en el que no suele irrumpir algún otro ser humano para entorpecer ese vínculo de libertad plena y de soledad deseadas.
Con un trasfondo naturalista, la mujer aparece cual espectro aurático, en una explosión de luz y color. Manipulando códigos visuales del Pop-art como el uso reiterado de colores planos y brillantes, o la manera de concebir las composiciones –procedimientos recurrentes en su corta, pero fértil carrera- destaca a la figura humana del resto de los elementos, otorgándole el papel protagónico en medio de un paisaje casi perfecto, aunque de inquietante y contradictoria belleza.
Habiendo declarado en varias ocasiones, encontrar referentes en la obra de icónicos del Pop-art como Andy Warhol, Tom Wesselmann y David Hockney, es posible percibir también en su serie Aisladas, un acercamiento a posturas románticas, en la que los personajes femeninos se refugian en la naturaleza, alejadas de toda existencia cotidiana. Daniela se recrea en reflejar ese momento de paz absoluta que todos necesitamos y en el que escapamos o nos evadimos de nuestra realidad para encontrarnos a solas con nuestros pensamientos.
Cada pieza pictórica relata un suceso en dos dimensiones formales –de una parte, el paisaje, técnicamente naturalista; de otra, la figura humana, neo-pop en su lenguaje plástico-. La morfología de la obra deviene hecho simbólico sospechoso en tanto sugiere la existencia paralela de momentos que no parecen pertenecer a la misma realidad. Las mujeres de Daniela nos aparecen irreales, divinas e iluminadas en medio de paisajes que, paradójicamente, ratifican señas evidentes de nuestra geografía insular: la aparición reiterada de la palma real, las flores silvestres de nuestros campos, el autóctono riachuelo y nuestras típicas elevaciones. La artista nos deja ser parte de la imaginación de sus personajes, permitiéndonos viajar con ellas a ese lugar confortable al que invariablemente escapan cuando la realidad las supera.
Acentuando las diferencias visuales en este encuentro de lenguajes plásticos, naturalista, romántico, y realista de un lado, y neo-pop del otro, Daniela Águila –que ha desarrollado la pintura como medio de expresión fundamental en su carrera y en esta exposición- incursiona, además, en la instalación escultórica, con dos obras que refuerzan, con toda intención, este contraste. Ambas piezas repiten la vegetación como motivo esencial de representación. La primera, recibe al espectador desde el exterior del espacio galerístico: un fantástico campo de metálicas flores de un rojo, brillante y pop en demasía. Ya en el interior de la galería, un arbusto real pende invertido desde el techo; sus flores desprendidas, reposan sobre el suelo, involucrando al espectador en un ambiente de críptica y enigmática atmósfera.
Vale destacar que la gestación de la serie Aisladas precede a la aparición de la Covid 19 – las primeras obras de la serie datan del 2019, cuando aún no había surgido el virus- aunque su título pudiera remitirnos instantáneamente a una producción que encuentra su referente en el fenómeno de la actual situación sanitaria. Sin embargo, en la muestra llama particularmente la atención, por su estructura compositiva, la pieza El fin de la eterna espera, la cual pone a convivir varios personajes en un mismo espacio. Concebida especialmente durante el período de la pandemia, contiene todo el deseo de interacción social generado por esta larga etapa de aislamiento y marasmo. En un guiño a Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte –conocida obra del impresionista francés George Seurat- la artista pone eventualmente fin al aislamiento voluntario de sus personajes, con un divertido y relajante picnic.
Aisladas constituye un canto al espíritu en armonía, al tiempo que una invitación a la contemplación y al disfrute de obras que hacen un reclamo al hedonismo y la sensualidad del arte, propiciando en el espectador la fuga a ese lugar mejor.
Yoandra Lorenzo Ramos
Mayo, 2021